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Guillermo Tella

Papers

Abriendo aquel damero:
propuestas para una ciudad

Con notable continuidad, la ciudad de Buenos Aires ha sido objeto de una importante cantidad de planes y propuestas de transformación edilicia e intervención urbana en el período que va entre 1880 y 1910. Estas iniciativas fueron generadas por profesionales independientes, por empresarios particulares, por legisladores municipales y nacionales, por el propio Departamento Ejecutivo municipal y por especialistas extranjeros especialmente convocados. Las principales ideas y planes urbanos para Buenos Aires apelaron en conjunto a oxigenar la trama y a abrir aquel damero cuadricular, tildado como aburrido, monótono y sin sorpresas. A partir de los modelos de referencia, se observan entonces en términos generales iniciativas diversas de acciones modernizadoras, planes de transformación, planteos de reforma y embellecimiento, intervenciones sobre el área central e iniciativas de apertura de avenidas diagonales y paralelas.

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Los planes de transformación edilicia

Recién en 1887 se planteó la necesidad de concebir un plan de conjunto de mejoras y transformaciones, a imagen y semejanza de los planes de embellecimiento y extensión europeos. En su carácter de Intendente Municipal, el Dr. Antonio F. Crespo propuso la construcción de una nueva red de grandes arterias que cortaran diagonalmente el damero (con 36 kilómetros de longitud) y plazas (con una superficie total de 263 mil metros cuadrados), a ejecutarse en un plazo de diez años.

La base económica del proyecto, que consistía en la expropiación de una franja de cien metros de ancho para avenidas y plazas, sería la venta de las nuevas fracciones sobrantes, más valorizadas y mejor equipadas. Si bien se contaba con la aprobación del H. Concejo Deliberante, fue abandonado por la misma administración debido a posteriores formulaciones. Con el primer reglamento de construcciones, Juan Antonio Buschiazzo elevó al Director de la Oficina de Obras Públicas un informe de su labor realizada, donde señalaba que con su sanción:

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Se evitarían las desgracias que diariamente ocurren por falta de competencia de algunos constructores y por falta de una ley que responsabilice y castigue los errores que se cometen por ignorancia o descuido en las construcciones de edificios (…) Es necesario que la Municipalidad obligue a los propietarios y constructores a presentar los planos de los edificios que proyectan construir a fin de que sean examinados por la Oficina de Ingenieros, para que puedan hacerse en ellos las modificaciones que exijan solidez, higiene y estética”.

Una década después, la Comisión Administradora expresaba que: “Concluida la planimetría y nivelación del municipio, se ha confeccionado el nuevo plano altimétrico de la ciudad. Con él se podrá tener una idea acerca del modo de proyectar nuevas obras, principalmente las referidas a desagües”. El 21 de noviembre de 1898 fue aprobado el Trazado General del Municipio elaborado por la Comisión de Obras Públicas a cargo de Carlos M. Morales. Esta iniciativa partía de los antecedentes de los proyectos para la Ciudad de La Plata (1882), la apertura de la Avenida de Mayo (1884) y las experiencias de ensanche y prolongación efectuadas por la Municipalidad. Y su objetivo aspiraba a “cerrar” a la Capital Federal mediante una “Avenida Periférica” y articularla con una red vial.

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Asimismo, en una gestión acompañada por Carlos Thays, en 1898 se propuso la rectificación del curso navegable del Riachuelo y la formación de una Gran Avenida de cien metros de ancho que partiera de la Dársena Norte y terminara en la Avenida Sarmiento, de Palermo (la futura Av. Figueroa Alcorta) y que pudiera extenderse a futuro hasta Belgrano mediante el relleno del río. En 1901, a partir de la presentación de sus Memorias de Gobierno, el Ing. Carlos A. Morales, Director General de Obras Públicas Municipales, informaba sucintamente acerca de las Mejoras edilicias de Buenos Aires, donde sostenía que:

Cuando la edificación se extiende, lo del trazado originario, la ciudad se aparta de la regularidad del damero, evidenciando s barrios nuevos se entregan a la especulación, se abren calles, se subdividen lotes para la venta y luego los propietarios piden pavimentos, luz, agua y limpieza, sin considerar que no producen los gastos que demandarían esos servicios fuera la falta de un plan general en épocas pasadas…

Debido a esto, se confeccionó en 1895 un plano oficial del municipio, en el que luego se proyectó el trazado y la apertura de nuevas calles y avenidas. Se ampliaron y rectificaron los grandes caminos existentes, se proyectó una avenida norte/sur (entre las calles Artes y Cerrito) y 4 avenidas diagonales que partirían: dos del futuro palacio del Congreso y dos restantes de la actual Plaza de Mayo. También se han proyectado una serie de plazas y parques que con mayor o menor extensión se distribuirían convenientemente en todo el municipio, tan necesarios para la higiene de la población. Tal el caso del Parque Rancagua en el antiguo enterratorio de la Chacarita. En cada barrio nuevo debe dejarse una manzana para plaza”.

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Los planes de reforma y embellecimiento

Apenas iniciado el siglo XX, en 1906 Enrique Charnourdie propuso el Esbozo de un Plan Completo de Transformación Edilicia de la Ciudad de Buenos Aires, argumentando que: “En Buenos Aires, con sus dos millones de habitantes, sus angostas calles flanqueadas de edificios de 3 y 4 pisos, atascadas y congestionadas por el tránsito, sin sol, sin luz, sin aire y con un índice de mortalidad en plena ascenso (…) no ha surgido aún el propósito de emprender el estudio de un plan de reformas del municipio (…) Cada año que se pierde se disminuyen las probabilidades de hallar una solución económica del problema (…) y parece complacerse en formular el sistema de los ´proyectitos´, para luego reemplazarlos por otros (…) Estamos obligados a mirar más allá del límite Entre Ríos-Callao como zona de preocupación”.

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Por ende, la propuesta concreta consistió en la superposición de un sistema de diagonales sobre el tejido de la ciudad hasta la zona de Almagro, generando una malla romboidal sobre el viejo damero “sin apartarse de los grandes lineamientos del actual trazado de la ciudad”. Propone 9 avenidas principales y otras tantas más allá de Plaza Miserere “que se irían abriendo paulatinamente”.

Mientras tanto, el nuevo Intendente Municipal Carlos T. de Alvear contrataba en 1907 al arquitecto y urbanista francés Joseph Antonie Bouvard (1840/1920) para formular un proyecto de “transformación edilicia”. Bouvard había actuado en París como Director de Parques y Jardines y luego como Director del Servicio de Arquitectura (en reemplazo de Alphand), y se le debe por ejemplo el diseño de los jardines del Campo de Marte.

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Los fundamentos y características del plan fueron publicados en el folleto El nuevo plano de la ciudad de Buenos Aires y sus principales objeciones fueron resumidas en Las Avenidas de Jaeschke. Con respecto a tal designación, Charnourdie sostenía que:

Cualquier ilustre personalidad fracasaría si preparara en dos años un plan de transformación, dado que resultaría meramente teórico. En el país hay más de veinte profesionales competentes a quienes encomendar tal tarea, que conocen a fondo las necesidades a satisfacer, y luego de efectuado el trabajo, entonces sí sería prudente convocar a un especialista”.

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Bouvard completó dos años más tarde su propuesta definitiva, que consistía en un sistema de 32 avenidas “diagonales” (oblicuas) sobre el centro de la ciudad que se superponía al trazado cuadricular, urbanizó la Quinta de Hale, proyectó la futura Plaza del Congreso, definió el trazado para la Exposición del Centenario y realizó el proyecto de un hospital con 2000 camas.

La apertura de avenidas diagonales tendía a descomprimir el área central, generando situaciones espaciales irregulares, que elevarían el valor de los terrenos y romperían la monotonía de las calles “excesivamente rectas y aburridas”, al tiempo en que –con orientación favorable– otorgarían condiciones más agradables e higiénicas, “contribuyendo al saneamiento general del municipio”.

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La necesidad de modificar el esquema tradicional condujo a la introducción de vías convergentes y concéntricas diagonales, vinculando plazas, parques, encrucijadas y edificios públicos, que implicó: el ensanche y/o apertura de plazas, el ensanche y/o apertura de parques y el ensanche y/o apertura de calles. Finalmente, el plan fue concebido como una guía para la gestión municipal, determinando “reglas generales que deberán seguir las autoridades, de acuerdo con las circunstancias y los recursos disponibles.”

Avanzando un poco más entre el copioso caudal de planes y de proyectos para Buenos Aires diseminado entre las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX –lo que echa por tierra cierta idea recurrente que hoy subyace respecto de la inexistencia de un acervo disciplinario de envergadura–, en 1925 se aprobó el “Proyecto Orgánico para la Urbanización del Municipio: El Plano Regulador y de Reforma de la Capital Federal”, que fuera elaborado por la Comisión de Estética Edilicia.

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Constituye el primer documento concebido en el país según los criterios de lo que consideraban sus contemporáneos una nueva ciencia: el “urbanismo”. Y planteaba la necesidad de considerar los “partidos fronterizos” como parte de la aglomeración. La mayor parte de sus proyectos se localizaron en el área central, con tres ejes fundamentales: la recuperación del río, la cualificación del centro y el equipamiento suburbano.

Los autores del Plan conocían los términos del debate urbanístico internacional y en función de ello efectuaron una articulación entre las diferentes corrientes. El documento reconoce explícitamente a dos modelos referenciales que toma como puntos de partida: por un lado, al Plan de Bouvard, donde la apertura de avenidas diagonales tendiente a descomprimir el área central y generando situaciones espaciales irregulares que elevarían el valor de los terrenos; y por otro, el movimiento de la City Beautiful, donde las “urbanizaciones suburbanas propulsaban un contraefecto en la estructura de la ciudad, como manifestación anti-urbana”.

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Las intervenciones sobre el área central

Tras la visionaria intervención de Rivadavia de los años 20, fue el Dr. José Marcelino Lagos (1828/1895) quien propuso en 1869, enmarcado en el modelo haussmaniano, abrir nuevas arterias de comunicación, anticipándose al trazado de diagonales y avenidas que presidirán el debate posterior sobre la transformación de la ciudad. Su propuesta consistió en un planteo simétrico que implicaba: (a) la construcción de una avenida de circunvalación con centro en Plaza Lorea y con un radio de 2.500 metros y un ancho de 200; (b) la apertura de dos avenidas de una cuadra de ancho: una entre Rivadavia y Victoria, y la otra entre Lorea-Paraná y Ceballos-Montevideo; y (c) dos avenidas diagonales de 30 metros de ancho que atravesaran todo el círculo con intersección en la Plaza Lorea, donde se formaría un parque de 9 manzanas, y cada 5 cuadras de recorrido cada avenida generaría plazas de 4 manzanas.

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De acuerdo al límite establecido en 1869, el Ing. Juan Antonio Buschiazzo propuso en 1881 la construcción de una “avenida de circunvalación” de 50 metros de ancho que denominó Boulevard Divisorio del Municipio: estaba comenzando a gestarse la actual Av. General Paz. Pero entró en conflicto con los pueblos vecinos (Flores, Belgrano, San Martin), discusión que se saldará con la federalización seis años más tarde. Asimismo, ante el H. Congreso de la Nación, los Sres. José Antonio Ocantos, Otto Bemberg y Augusto J. Coelho presentaron en 1897 el que denominaron Magno proyecto edilicio, que proponía:

● la apertura de una avenida norte/sur, de 30 metros de ancho, que partiera del Paseo de Julio, y por Libertad-Talcahuano y Salta-Santiago del Estero llegase a Plaza Constitución. “La ley del Congreso aprobó su apertura por la calles Artes-Cerrito y Buen Orden-Lima. Esta propuesta, a una cuadra y media, es menos onerosa y de más rápida ejecución”;

● la apertura de una avenida diagonal de 30 metros que, partiendo de Rivadavia y Riobamba (Congreso) llegue, en dirección noroeste a Santa Fe y Anchorena; y otra similar que, partiendo de Victoria y Pozos en sentido sudoeste, llegue a Chiclana y Pavón, para que tengan acceso los sectores más alejados;

● la edificación del Mercado del Centro en los terrenos del Puerto de Belgrano y Paseo Colón; la construcción de un pasaje o galería cubierta que diagonalmente cruce de Perú a Chacabuco (ocupado por el Mercado Central); y la reconstrucción del Mercado del Plata, dispuesto por el H. Concejo Deliberante.

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La apertura de avenidas diagonales

Bajo el concepto de Ensanche económico de las calles centrales, Víctor Julio Jaeschke (1864/1938) –uno de los precursores del urbanismo en el país y director desde 1898 de la Comisión pro-Avenidas Diagonales– presentó en noviembre de 1902 un proyecto, aprobado dos años más tarde, en el que proponía que en menos de cincuenta años la ciudad contara con 13 avenidas de 22 metros de ancho, “más largas que la única avenida central y a un costo sumamente inferior”.

A partir de la elección de aquellas calles con menos edificios de pisos altos con construcción moderna existiesen dentro del perímetro de Caseros, Centro América-Jujuy y Paseo de Julio-Paseo Colón, tomaba 13 calles situadas a una distancia de 4 cuadras cada una: “para ir ensanchándolas 10 o 12 metros en la medida en que progresara la reedificación de las casas antiguas, generando un retiro obligatorio de 5 ó 6 metros en las nuevas construcciones respecto de la antigua línea de edificación y premiando con altura hasta 5 pisos”.

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Con motivo de la autorización a la Municipalidad para contratar un empréstito tendiente a la apertura de avenidas y plazas, el diputado Dr. Pedro Luro sostenía que:

Buenos Aires es una ciudad que tendremos que retajear antes de 50 años. Vive oprimida dentro de calles estrechas y sin perspectivas, con edificios viejos que reclaman piqueta y con nuevos con más espacio para lucir sus fachadas monumentales. Debería tener una gran avenida costanera, bordeando esa masa imponente de agua del Río de la Plata. Pero, necesariamente, debe romper el viejo molde, cortar sin reparos en el primitivo plano colonial y dar mayor brillo a las festividades del próximo centenario.”

En ese marco, el diputado Dr. Eliseo Cantón proponía en 1905: “Tenemos que romper este damero colonial que agranda las distancias, dificulta la circulación y niega toda belleza edilicia. Es necesario la apertura de diagonales que partiendo de Rivadavia y San Martín, una, y de Victoria y Bolívar, otra, lleguen hasta Callao y Entre Ríos, y también se precisa una avenida en sentido norte/sur.

Como aporte adicional, el Congreso de la Nación tenía en estudio el proyecto del Sr. Lainez, quien proponía en 1906 el ensanche de la calle Perú, desde Moreno hasta el Riachuelo. La superposición de todas las iniciativas es notoria la predilección por las diagonales noreste-sudoeste y noroeste-sudeste, y por el cuadrilátero formado por Av. de Mayo, Juncal, Montevideo y Paseo de Julio.

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La creación de los grandes paseos

Los Sres. Carlos Carranza y Daniel Soler propusieron en 1872 a la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires la apertura de una avenida de 40 varas de ancho, atravesando el centro de las manzanas comprendidas entre las calles Rivadavia y Victoria, desde la Plaza de Mayo hasta el fin del municipio. Luego de expropiar todas las manzanas afectadas, se venderían las nuevas parcelas resultantes y se entregaría la avenida al servicio público, adoquinada, con veredas de 5 varas (4.33 metros), con doble vía de tranvías dividida por hileras de árboles, preparados para “edificar en ambos frentes edificios elegantes en su exterior y confortables en su interior”.

Ese era el primer paso, el siguiente fue sarmientino. Una de las ideas promotoras de la renovación urbana fue el de la apertura de la Avenida de Mayo: en un artículo publicado en el diario El Nacional, el 14 de marzo de 1870, donde Domingo F. Sarmiento decía que: “Nuestra ciudad necesita urgentemente de un gran paseo, como los Campos Eliseos, el Bosque de Boulogne y el Prado, donde diariamente vaya la población de paseo en carruaje, a pie o a caballo.” Sobre esa concepción se sancionó el 31 de octubre de 1884 una ley que autorizaba la apertura de una avenida de 30 varas de ancho y 13 cuadras de largo que, partiendo de Plaza de Mayo dividiera por la mitad a las manzanas comprendidas entre las calles Rivadavia y Victoria y terminase en la de Entre Ríos.

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Asimismo, como iniciativa en pro de los parques, por vez primera en el año 1874 Sarmiento proyectó y gestionó el Parque Tres de Febrero, tomando de la tradición estadounidense los concepto de “valorización de la renta urbana” y “recuperación de naturaleza para el centro de la ciudad”, y de la tratadística francesa, el intento por construir un “cinturón verde” en torno a la ciudad tradicional como freno a la especulación inmobiliaria que extendía “irracionalmente” los límites del área urbanizada.

Situado al norte de la ciudad, es lo que el Central Park es a New York, el Bois de Boulogne a París o el Hyde Parc a Londres: un pintoresco y saludable recreo, de distinción y de higiene”. Fue inaugurado por el presidente Nicolás Avellaneda. Finalmente, Felipe Senillosa (hijo) explicitó en 1875 la idea de formar una avenida a tramos diagonales y rectos, uniendo las cabeceras ferroviarias de Constitución y de Retiro por medio de la calle Rincón-Junín mediante la combinación de diagonales, rotondas y calles, que se irían ensanchando y rectificando.

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La apertura de avenidas paralelas

Los años que transitan en torno al cambio de siglo están atravesados por intensas discusiones sobre la necesidad de apertura de grandes avenidas. El 6 de agosto de 1889, por ejemplo, el H. Concejo Deliberante aprobó un proyecto del Concejal Juan A. Buschiazzo de la siguiente manera:

El Departamento Ejecutivo recabará del H. Congreso la autorización necesaria para expropiar los terrenos de propiedad particular afectados por la apertura de una avenida de 30 metros de ancho que partiendo de la calle Pavón, termine en la de Pueyrredón (actual Posadas), entre las calles Cerrito, Lima, Artes (actual Carlos Pellegrini) y Cambaceres (actual Bernardo de Irigoyen)”.

El 27 de septiembre de 1895 el H. Concejo Deliberante retomó el proyecto, y se sostenía su conveniencia porque: “Su ubicación en el centro de las manzanas de Artes, Cerrito, Buen Orden y Lima resulta equidistante de los boulevards de los Paseos de Julio y Colón con respecto a los de Entre Ríos y Callao (…) Su extremo sur termina en la gran Plaza de Constitución y en su extremo norte se une con la de Alvear (…) Cortando estas manzanas no se lleva por delante ningún monumento público (…) El trazado por el centro de las manzanas constituye un verdadero sistema de higienización urbana, demoliendo los edificios en su parte más ruinosa”.

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Ver imágenes contrastadas de Buenos Aires en los albores de una ciudad moderna

En medio de este debate sobre avenidas paralelas, en 1890, junto con la asignación de un empréstito interno y externo, el H. Congreso de la Nación aprobó la apertura de una avenida de 30 metros de ancho que, partiendo de la calle Pavón, terminara en el Paseo de Julio, entre las calles Cerrito-Lima y Artes-Buen Orden.

Cuatro años después, “el H. Concejo Deliberante dictó la apertura de una de avenida en dirección norte/sur, de 28 cuadras por 35 metros de ancho, en el centro de las manzanas comprendidas por las calles Artes, Cerrito, Buen Orden y Lima, desde Av. Alvear y calle Arroyo hasta Constitución”, y con ello abrió paso a otras de las importantes fuentes de conflicto entre Municipalidad y vecinos.

En 1895 fue aprobado el proyecto definitivo que formuló el Departamento de Obras Públicas, con las modificaciones introducidas por el Concejal Juan A. Buschiazzo. Asimismo, patrocinado por la Comisión de Catastro, el H. Concejo Deliberante aprobó el 21 de noviembre de 1898 la apertura de avenidas diagonales que arrancarían de los 4 ángulos del futuro Palacio del Congreso. Luego de diez años, el Intendente Rosetti intentó revivir aquel antiguo proyecto de transformación urbana.

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El Dr. Eugenio Badaro, opositor de las avenidas diagonales, propuso en 1905 la apertura de una avenida norte/sur que intentaba cortar las manzanas en un ancho de 30 metros entre las calles Artes-Buen Orden y Cerrito-Lima, desde Constitución hasta Retiro, y construir recovas en sobre los frentes. La crítica especializada sostenía: “Estamos seguros de que habrá muchos deseosos de ver desaparecer las recovas que quedan, pero muy pocos dispuestos a la idea de verlas multiplicarse.”

En esa efervescencia intelectual, el Ing. Emilio Mitre, presidente de la Comisión de Obras Públicas de la Cámara de Diputados, propuso en 1908 la apertura de una avenida norte/sur entre las calles Maipú y Florida. Si bien la propuesta fue muy elogiada por “defensores de la calle Florida”, para los especialistas “no tiene cabida siendo tan próxima al Río y a los paseos que limitan la ciudad, si se tiene en cuenta un plan de conjunto”.

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Las diagonales de Adrogué y Devoto

Con la discusión de avenidas diagonales o paralelas primeramente, y luego, diagonales u oblicuas, en rigor lo que se estaba poniendo en juego era cuál resultaría la mejor solución a los problemas de accesibilidad al centro de la ciudad. Lo que se evaluaba, además, era cómo abrir el damero del modo menos costoso desde el punto de vista económico, y cómo potenciar el rédito que ofrecería la diversidad de soluciones espaciales de las diagonales, así como lo que observaban como sus inmejorables condiciones en los desplazamientos.

Con esa misma lógica fue que, tiempo atrás, en 1872, los arquitectos Nicolás y José Canale presentaron el proyecto para la Ciudad de nueva planta de Adrogué, Partido de Almirante Brown, propiedad del Sr. Esteban Adrogué. Para ello recuperaron la experiencia de Santiago Bevans en el planteo de un “Plano para una ciudad” (1828). Su propuesta fue la primera materializada en el país con un trazado de avenidas diagonales.

Enmarcado por la intersección de dos vías ferroviarias y un camino principal (actual Ruta Nacional 210, Av. Belgrano al 12000) y sobre un trazado consolidado, se le superpuso un polígono cuadrado central de 500 metros que remataba en sus vértices a la manera de un rond-point parquizado. Sus dos diagonales, perfectamente simétricas, generaban en su cruce una quinta plaza central circular. Las seis manzanas resultantes adquirían un carácter triangular, con más de 220 metros en el cateto. Un anillo envolvente del cuadrado principal, de 150 metros de espesor, servía como enlace y fuelle con la trama urbana ya constituida.

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Simultáneamente, en 1873 Florencio E. Núñez, poseedor de grandes extensiones de tierra al norte del pueblo de Belgrano, contrató a Juan Antonio Buschiazzo para que proyectara la apertura de calles en un nuevo pueblo que llamaría Saavedra (dentro del perímetro delimitado por San Isidro, General Paz, Melián, Ruiz Huidobro, Plaza, Republiquetas, Manuela Pedraza, Crámer y Núñez). Quince años después, delineó Villa Alvear –luego Palermo– (entre las calles Godoy Cruz, Córdoba, Canning y Santa Fe).

Y por encargo del Banco Inmobiliario, tras la reciente experiencia implementada para el centro de Adrogué y para la ciudad de La Plata, el 25 de febrero de 1889 el Ing. Juan A. Buschiazzo presentó el proyecto, que más tarde gestionó y materializó, del trazado regulador del barrio de Villa Devoto, en las antiguas fracciones de Antonio Devoto. Allí estaban las cota más altas de la ciudad, sobre una malla reticular homogénea, atravesada oblicuamente por dos vías ferroviarias paralelas.

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Sobre un cuadrado amanzanado ortogonalmente, con diez cuadras de lado, se le superpusieron dos avenidas diagonales que formaban un ángulo de 45 grados, y en el cruce de ambas se ubicó la plaza barrial cuadrada, que tomó dos cuadras de largo, como centro del trazado, en torno a la cual se instaló el equipamiento urbano (comercio, salud, educación, etc.).

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Entorno de la plaza del futuro Congreso

El incremento en la cantidad de “casas y locales de negocios, condensados en el mismo centro de la ciudad, capaz de mejorar las condiciones de salubridad y de suprimir totalmente los conventillos”, así como el crecimiento de la edificación urbana dentro del perímetro servido por obras sanitarias, fue el argumento utilizado por Dr. Hilarión Larguía para la presentación en 1903 de un Proyecto de Concesión de Avenidas Diagonales para la Ciudad de Buenos Aires al H. Congreso de la Nación.

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Tras la expropiación de 39 manzanas, propuso la apertura de cuatro avenidas diagonales que partirían del edificio del Congreso en línea recta hacia: Parque Lezama, Plaza San Martín, Centro América (actual Av. Pueyrredón) esq. Tucumán y Jujuy esq. Estados Unidos. “La historia de las grandes obras públicas emprendidas en París en tiempos de Napoleón III por el barón Haussmann confirman estos augurios”.

Hacia 1905 toma nuevo impulso un mimo interrogante: ¿la apertura de avenidas diagonales debería llegar al “centro” del centro político administrativo por excelencia (el entorno de la Plaza de Mayo) o, en su defecto, hasta “la puerta de entrada” al centro de la ciudad (el entorno de la Plaza Congreso)? Tras archivar el proyecto de Ordenanza por parte de la Comisión Municipal, sometido a estudio por los Sres. Biedma, Bravo y Rosa, y en el que disponía la adquisición de los inmuebles ubicados en las manzanas comprendidas entre las calles Rivadavia, Victoria, Cevallos y Entre Ríos a fin de dedicarlos a plaza del futuro Congreso, los Sres. Aguirre y Carranza, como miembros de la Subcomisión de Obras Públicas, argumentaron tal decisión:

La Avenida de Mayo vendría a ser mutilada en su reducida extensión por un espacio de tres cuadras, para crear una plaza innecesaria e inconveniente. Está bien que plazas y parques se erijan en favor de la comodidad y la higiene de sus habitantes, pero no debe elegirse la parte más céntrica donde el terreno en más valioso y la estética exige mayor edificación”.

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La Comisión de Obras Públicas de la H. Cámara de Diputados aprobó entonces el proyecto de expropiación de los terrenos que rodeaban al Palacio del Congreso, cuya forma octogonal permitía el ensanche de las calles que lo rodeaban y la formación de una plaza. El Arq. Víctor J. Jaeschke opinaba:

Respecto al trazado de avenidas diagonales, que partiendo de las plazas Retiro y Lezama convergerían en la Plaza Congreso (para terminar una en Av. Chiclana y otra en Santa Fe y Anchorena), como las proyectó una empresa privada extranjera (que aspira sólo a halagar a los congresales y a conservar la simetría del plano de la ciudad), debe desecharse porque: la confluencia de 4 diagonales más la Av. de Mayo sobre el Palacio del Congreso, en donde ya llegan 5 calles (Rivadavia, Victoria E y O, Riobamba y Pozos) constituiría un peligro en días de revuelta (pudiendo colocar 5 cañones sobre él), concentrarían tránsito y ruido excesivos, y no desviarían ni descentralizarían el tránsito del centro ya que éstas distan bastante”.

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La apertura de una avenida norte-sur

Tras la presentación del proyecto de ley que el Intendente remitió al Poder Ejecutivo Nacional declarando “de utilidad pública la apertura de una avenida de 35 metros de ancho que, partiendo de calle Pueyrredón y pasando por el centro de las manzanas de Cerrito-Artes y Lima-Buen Orden, llegue a Plaza Constitución”, Víctor J. Jaeschke efectuó una defensa de su proyecto. Al mismo tiempo, desacreditó la propuesta de apertura de la avenida norte/sur dado que:

Resulta igualmente paralela a la infinidad de calles de igual extensión; no acortará ninguna distancia entre el Paseo de Julio y Plaza Constitución (…) Las diagonales crearían manzanas y terrenos irregulares, que contribuirían a cortar la monotonía de las calles nuevas, excesivamente rectas y aburridas; las habitaciones de las casas que sobre ella se construyan recibirían tanto al frente como sobre los patios una orientación más favorable, que las haría más agradables e higiénicas, contribuyendo a mejorar la salubridad pública en la Capital (…) Obligaría también a expropiar y reconstruir las casas en su totalidad, mientras que con avenidas paralelas sólo dejarían algunas de existir”.

El proyecto de la avenida norte/sur, “que resucitó el Intendente luego de diez años de abortado por indiferencia general, no transformará el aspecto monótono de Buenos Aires”. Si bien se opone al proyecto de diagonales sobre Plaza Congreso, considera que el plan “debería complementarse en el futuro con el trazado de 3 diagonales más: una del Dique Nro. 1 hacia la Plaza Monserrat para terminar en la calle Soler, al noroeste de Córdoba y Anchorena; otra de la Plaza Miserere a la Plaza Constitución, prolongable hasta la Vuelta de Rocha; y por último, la prolongación de Rivadavia, desde Medrano hasta Plaza Retiro, atravesando Callao y Viamonte”.

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Una ciudad madura, refinada y elegante

Se observa entonces la intensidad de las discusiones y la agenda de problemas a dar respuesta. Amplia, profusa, entreverada. Desde esa lógica, la normativa urbanística intentará acompañar los procesos de recomposición del tejido mediante nuevas herramientas de regulación.

Las élites de Buenos Aires intentaron hacer una ciudad “moderna”, con nuevos parques, boulevards y palacios, y lo hicieron a partir de un persistente tríptico de apoyo: capital inglés, gusto francés y mano de obra italiana. En una profunda crisis de valores y en el marco de una economía floreciente, se buscaba deslumbrar a un mundo que con asombro la observaba.

Junto a las familias tradicionales vinculadas desde décadas anteriores al poder económico y político, y a las recientes enriquecidas por el negocio agroexportador y la especulación financiera, se perfiló un sector de trabajadores medios urbanos, formado por empleados administrativos, de servicios y profesionales, con amplias posibilidades de progreso socioeconómico, y una gran masa de población ligada a talleres manufactureros o a la construcción, que conformaría un sector obrero urbano.

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Fueron años en los que se incorporaron en la ciudad tecnologías y estéticas tan sofisticadas como ajenas, que lograron amalgamarse a la vieja estructura urbana. En ese marco, existió una crucial dicotomía entre forma y función, entre necesidades y respuestas, entre ofertas y demandas, entre modernidad y progreso para exacerbar los componentes de una ciudad madura, refinada y elegante.

© Guillermo Tella
En: Tella, Guillermo. (2009), “Buenos Aires: Albores de una ciudad moderna”. Buenos Aires: Nobuko, pp. 135-189.
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