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Guillermo Tella

Libros

Mercedes
Experiencia urbanística
ciudades para armar

2017, Instituto Superior de Urbanismo (FADU-UBA)
120 páginas - ISBN 978-987-25839-6-5

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Síntesis de contenido

Mercedes: experiencia urbanística sintetiza los resultados alcanzados en la asignatura “Ciudades para Armar” que se dicta en la carrera de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires. Propone pensar a las ciudades intermedias como plataforma para promover un mayor equilibrio regional. Si bien cuentan con un bagaje de instituciones y empresas, así como infraestructuras y conexiones que otras no poseen, requieren del diseño de políticas de descentralización, aprovechando el mayor crecimiento relativo de ciudades, observado en el último medio siglo respecto de los grandes centros urbanos.

Las ciudades tienen orígenes diferentes pero crecimientos similares, cuentan con un núcleo histórico-institucional, con infraestructura ferroviaria a la que se le superponen (tiempo después) las rutas del transporte vehicular. La ciudad crece al ritmo de las subdivisiones de las manzanas fundacionales, de las quintas aledañas y de las chacras próximas, que fueron valorizando la tierra rural y la propia ciudad con autonomía de los servicios públicos. Hoy muchas de esas ciudades forman constelaciones metropolitanas.

Argentina cuenta con una población altamente urbana. El índice de urbanización es superior al 89%. En la actualidad, mientras aproximadamente el 50% de la población del país reside en seis grandes ciudades o aglomerados; cerca de un 32% lo hace en 273 ciudades de tamaño medio (10 mil a 500 mil habitantes), que coincidentemente se corresponden con ciudades de carácter intermedio. Esto da cuenta del peso específico que tienen en la definición del sistema urbano nacional. Sin embargo, su importancia suele verse eclipsada por las ciudades metropolitanas que concentran 40, 50 ó 400 veces su población.

Las ciudades intermedias pierden visibilidad en un territorio de desarrollo desequilibrado, de modo que la escala intermedia debiera ser considerada como estratégica. En términos generales, encontramos en nuestras ciudades determinadas problemáticas críticas recurrentes, identificadas en casos recientes, que podrían sintetizarse en:

● Un débil papel asumido por las (numerosas)
ciudades de tamaño medio.

● Dispersión urbana en baja densidad y acceso
desigual a infraestructuras.

● Dificultad de acceso a viviendas adecuadas y a
equipamiento básico.

● Procesos crecientes de fragmentación social
y segregación residencial.

● Demanda de producción de vivienda colectiva
para diferentes sectores sociales.

● Conflicto entre usos, falta de planificación y
marcos normativos vetustos.

● Ausencia de instrumentos apropiados para
equidistribuir cargas y beneficios.

● Conflictos de tránsito vehicular, superposición
de modos y ausencia de red.

● Fragilidad ambiental producto del consumo
especulativo del paisaje natural.

● Disposición final de residuos sólidos urbanos
con escasa tecnificación.

 

Instrumentos de equilibrio regional

Dado que este crecimiento no siempre fue acompañado de un desarrollo proporcional en los sectores productivos y en la provisión de servicios e infraestructura básica, el desafío es dotar de equipamiento urbano (sanitario, educativo, cultural, habitacional, etc.) en aquellas ciudades consideradas de carácter intermedio. La oportunidad que ofrece esta escala para la planificación resulta mucho más apropiada para capitalizar las condiciones locales.

Con una planificación ajustada al territorio, elaborada desde lógicas ascendentes (de abajo hacia arriba) y siguiendo estrategias de gestión, las ciudades de carácter intermedio se podrán posicionar competitivamente. Un objetivo central debiera ser el incremento de la diversidad social en el espacio: las ciudades capaces de afrontar esa situación fueron aquellas que encararon estrategias de desarrollo local, desde lo local propiamente dicho.

Los gabinetes municipales deberán asumir el liderazgo en la conducción de los procesos de transformación del territorio y establecer reglas de juego para los diferentes agentes intervinientes. Y, también, tendrán que recuperar a la participación como motor de crecimiento y de mejoramiento de la calidad de vida y de legitimación de las políticas públicas. En consecuencia, se considera indispensable para nuestras ciudades:

● Definir políticas nacionales y locales de
planeamiento regional y urbano.

● Repensar nuestro territorio en términos de
equidad y de inclusión.

● Dotar a las ciudades de redes de infraestructura
y de equipamientos.

● Producir viviendas masivas para afrontar las
demandas habitacionales.

● Impulsar estrategias de densificación conducida
en áreas servidas y equipadas.

● Proteger el paisaje natural y cultural, principalmente
en ciudades de tamaño medio.

● Actualizar los marcos normativos locales de
regulación edilicia y urbanística.

● Desarrollar instrumentos urbanísticos de
redistribución de cargas y beneficios.

● Transformar los viejos catastros físicos en
sistemas digitales multifinalitarios.

● Capacitar a los equipos técnicos locales en el
manejo de nuevas herramientas.

Con lo cual, para un mayor desarrollo, sustentable en el tiempo y capaz de mejorar las condiciones de vida de su población, la ciudad debe aprovechar esas oportunidades. Desde esa mirada, se requiere de una serie de herramientas que permitan reconocer, interpretar y actuar en diferentes escalas de abordaje, mediante la formulación de lineamientos estratégicos, programas de actuación e instrumentos de gestión.

Con la aplicación de proyectos combinados, las ciudades intermedias pueden conservar las cualidades de la ciudad, resguardando el valor de su paisaje urbano. Asimismo, pueden reconocer cómo evoluciona tendencialmente una ciudad, de qué modo se produce la diferenciación de lugares, cómo enfatizar criterios de sustentabilidad ambiental y cómo dinamizar al sector productivo en favor de una ciudad sostenible.

A través de mecanismos de redistribución es posible ejecutar programas y proyectos considerados prioritarios para mejorar la calidad de vida de la población, para generar una ciudad para todos, más saludable, equitativa e integrada. En las ciudades intermedias se observa una tendencia creciente hacia la segregación socioterritorial que pone en evidencia el fuerte proceso de fragmentación social y urbana por el que atraviesan.

Con menor distancia física entre grupos sociales, se consagran marcados contrastes y una distribución asimétrica de oportunidades. El espacio público expresa las desigualdades urbanas en respuesta a esas fuertes diferencias sociales. La ciudad entonces aparece signada por la separación entre grupos sociales y por su aproximación espacial. La segregación no resulta ser un proceso tendencial sino, por el contrario, provocado, inducido, planificado e instituido.

¿Cómo este tipo de dinámicas está vinculada a la propia acción del Estado?, existen oportunidades para operar con estrategias que tiendan al control de sus efectos y uno de los objetivos centrales de toda política debiera ser el incremento de la diversidad social en el espacio.

Las ciudades intermedias deben asumir sus problemas crecientes de segregación socioterritorial. Solo así podrán comenzar a aplicar programas de actuación en favor de una movilidad social ascendente que reoriente a las dinámicas urbanas y que promueva un mayor acceso a la ciudad, con una mayor interacción física entre grupos que comparten el territorio. De no ser así, deberemos resignarnos a vivir en ciudades cada vez más fragmentadas, más injustas, más violentas.

 

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