2023, Ediciones Azzurras
122 páginas - ISBN 978-987-25-8398-9
Síntesis de contenido
Paisajes de borde: Repensando el territorio como construcción simbólica de lugar invita a reflexionar sobre el paisaje urbano entendido como construcción social y colectiva, para insertarlo en las redes de reproducción que lo configuran y que, para ello, ante el caos de lo efímero, demandan cierto orden urbano, aún a expensas de principios de equidad, de integración, de inclusión.
La noción de paisaje está asociada a la observación del entorno y para ello, se requiere salirse de éste, verlo desde fuera. Mirar el paisaje es mirar hacia afuera, opuesto a la introspección, a la mirada interior. El paisaje da sentido y significado a la sociedad de pertenencia mediante configuraciones espaciales con las que crea y recrea imaginarios colectivos. Mantener un tipo determinado de paisaje equivale a sostener un sistema de relaciones sociales.
Así planteado, el enfoque propuesto apunta a reconocer de qué modo el paisaje de borde contribuye a repensar el territorio como construcción simbólica de lugar, que al tiempo que integra, también disgrega y fricciona, poniendo en tensión complejas relaciones entre espacio, poder e identidad. Tales relaciones, expresadas mediante símbolos, comunican ideas y valores para ordenar y reconfigurar el territorio, la población, las inversiones.
De modo que el símbolo se constituye en el factor clave para la diferenciación de los lugares, para construir identidad, para hacer ciudad. El paisaje de borde, entonces, resulta escenario de pujas que entreteje las relaciones sociales que los sustentan y, en ese accionar, las diferencias simbólicas cualifican el territorio y definen ciertas marcas que determinan un nuevo estatus de lugar.
En este contexto, el paisaje, al ser aceptado y reproducido, generaría un determinado orden urbano, representando poderes en pugna, expresando identidad y estableciendo diferencias socioespaciales. Tal paisaje de borde, entonces, no es presentado como objeto natural sino como construcción social y como producto cultural que, como tal, genera enunciados que consagran tensiones entre los diversos colectivos sociales que lo emiten. En síntesis, se plantea al borde como un acuerdo y como construcción de tal acuerdo.
Desde la construcción de paisajes de borde, se establecen formas de diferenciación de lugares. Por un lado, se instala un límite simbólico a la expansión urbana; mientras que, por otro lado, se delimita desde la perspectiva de un grupo social autopercibido, en el cual la población se organiza y construye una identidad colectiva; y, finalmente, se establece una producción social colectiva, modelada por pujas y alianzas entre los actores sociales que participan en la construcción del territorio.
Partiendo de este enfoque, se toma como caso de estudio el área de borde de la avenida General Paz, arteria que divide jurisdiccionalmente a la Ciudad de Buenos Aires con su región metropolitana norte, y que vincula los enclaves urbanos a ambas márgenes, conformando un eje estratégico de paisaje singular. En ese marco, se abren interrogantes sobre la noción de bordes y fronteras, sobre consolidación de centralidades, políticas públicas implementadas, geografías intrínsecas de lugar, entretejido de formas de habitar.