La ciudad atraviesa -hoy- por instancias tan conflictivas como trascendentes. Su paso por el quirófano le permitirá exhibir ciertos costados elegantes, pero -en rigor-, su tratamiento no contempla problemáticas de fondo. La ciudad ya tiene cartel de obra; desde hace unos meses está siendo sometida a una de las más profundas transformaciones de que haya sido objeto. Ahora bien, en este marco de referencia, y ante semejante volumen de obra, tan cuantiosos como tardíos son los interrogantes posibles de abrir.
Apunten contra los técnicos
-¿Los habitantes de Buenos Aires saben qué tipo de ciudad quieren para sí? En esa línea de pensamiento, ¿han sido lo suficientemente consultados? ¿Existe consenso cierto acerca de tales emprendimientos?
-Dentro de este circuito y amen de su sitio en la tribuna, ¿qué rol cumplen los técnicos, los planificadores urbanos, las asociaciones profesionales y vecinales?
-¿Es viable que con las obras ya en plena marcha, aún no se insinúen planteos acerca de la necesidad de convenir un Plan Maestro para la ciudad?
Un proyecto integral
Este desencuentro entre teoría y práctica provoca un vacío legal que remata en la consolidación de un «código paralelo». Como normal anormalidad, la legislación urbanística no ha reglamentado aún una batería importante de nuevas prácticas en la ciudad. Son prácticas ya incorporados a la vida urbana y no contemplados en la normativa actual.
¿No sería necesario parar la pelota, detenerse a consensuar abiertamente cuál es el proyecto de ciudad que los habitantes desean -en donde participen y aporten los diferentes espectros institucionales-,
para recién entonces
codificarla?
Esto implica, primero, definir el qué, para luego penetrar en el cómo. Luego, reflexionar profundamente acerca de cuál debiera ser la normativa que más ágilmente permita vehiculizar un proyecto integral de ciudad.
«Códigos» contra el código
De esta manera, debemos considerar la criticada división en zonas; pero de un criterio de el cual emerge la protección de las cualidades intrínsecas de cada zona -de su carácter estilístico, de los servicios e infraestructuras disponibles, de los usos y costumbres cotidianas-, y no desde la conveniencia de emprendimientos inmobiliarios exitosos sin evaluación de riesgos e impactos.
La presencia de «códigos» tendientes a esgrimir la injerencia en el Código -evidentemente- constituye la manifestación más genuina de la existencia de complejos escenarios urbanos en conflicto. Su desconocimiento apunta en desmedro de la ciudad como patrimonio cultural y, a la vez, como soporte de la vida cotidiana.
© Guillermo Tella