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Guillermo Tella

Artigos

Procesos de segregación:
Buenos Aires fragmentada

En Buenos Aires se observa una tendencia creciente hacia la segregación residencial que pone en evidencia el fuerte proceso de fragmentación social y urbana por el que atraviesa. Si bien inicialmente la pobreza informal se recluía en áreas periféricas, en la actualidad, muchos de los nuevos desarrollos residenciales de prestigio han abandonado sus barrios tradicionales de concentración para alojarse en zonas de periferia -sitio de residencia tradicional de los sectores pobres-, acortando las distancias entre sí en la disputa por el territorio. ¿Hablamos de una situación espontánea o, en cambio, impulsada y promovida con políticas activas?

Hasta los años ´80 el desarrollo urbano tendía a concentrar a la población de mayores ingresos en las áreas consolidadas y ofrecía gradientes de decrecimiento social y físico hacia la periferia. Así, los sectores medios aseguraban cierta distancia entre ricos y pobres, con espacios públicos de calidad en el centro y espacios deteriorados y mal servidos en los bordes. Con menor separación física entre grupos sociales, se consagran marcados contrastes y una distribución asimétrica de oportunidades. El espacio público expresa las desigualdades urbanas en respuesta a esas fuertes diferencias sociales. Entonces, el proceso creciente de segregación de grupos pauperizados genera una periferia homogéneamente pobre.

Más que por condiciones étnicas, migratorias, religiosas o etarias, la segregación residencial que afecta a Buenos Aires es predominantemente de carácter socioeconómico. Esto determina un distanciamiento social de la población en el territorio. En efecto, así planteada, esta segregación corresponde a un proceso de formulación de acuerdos colectivos. Entonces, en Buenos Aires la segregación en la ciudad no se trataría de un proceso espontáneo sino, por el contrario, de un proceso construido. Cuando se consolida la homogeneidad social en el espacio los efectos se tornan negativos porque las minorías son excluidas y empujadas hacia áreas peores. Esto produce la desintegración social entre pobres, impulsados por el mercado de tierras.

Distancia social con proximidad espacial

La ocupación reciente por sectores de altos ingresos en áreas de periferia, en territorios de población pobre, intensifica la separación y promueve una aproximación de diferentes grupos sociales en el espacio. Allí entonces surgen los puestos de seguridad, los altos muros y los cercos electrificados al mismo tiempo que disminuye la distancia física entre ricos y pobres. Asimismo, el intenso desarrollo inmobiliario de las periferias ha contribuido a intensificar también la segregación, que se tornó más aguda en una superficie más reducida. Y, por otro lado, los programas habitacionales impulsados por el Estado eligen localizarse en aquellos suelos más depreciados, asentando pobres donde ya los había, consolidando pobreza donde ya existía.

El Estado fija tamaños mínimos de lotes, usos del suelo, condiciones de la edificación e instrumentos jurídicos para proteger a unos de otros. Y esto se logra mediante el uso de poder y orientando el mercado de suelo. El nuevo paisaje de la ciudad, homogéneo en pobreza y en desigualdades, forma parte entonces de políticas impulsadas y sostenidas oficialmente. La segregación residencial de Buenos Aires no resulta ser un proceso tendencial sino, por el contrario, provocado, inducido, planificado e instituido. Como este tipo de dinámicas está vinculado a la propia acción del Estado, existen pues oportunidades para operar con estrategias que tiendan al control de sus efectos. Pero pareciera ser mejor no hablar de ciertas cosas…

La segregación genera problemas urbanos de accesibilidad y de falta de servicios y de equipamientos, y otros sociales derivados del aislamiento físico. Si bien las distancias sociales se han incrementado, en los mismos términos se han reducido las espaciales. Esta aproximación conduce a procesos de fortificación extrema de unos y de desintegración social de otros.

Hacia un fortalecimiento de identidades

En este marco, uno de los objetivos centrales de toda política debiera ser el incremento de la diversidad social en el espacio. El fortalecimiento de identidades territoriales y del sentido de pertenencia a un barrio es una efectiva manera de intervención para asegurar un mayor acceso a la ciudad por parte de los diferentes sectores sociales, incluso los más vulnerables. La intervención directa sobre las áreas de guetización, sobrepobladas, tugurizadas y vandalizadas, permitiría generar nuevos desarrollos residenciales en áreas medias. Asimismo, es importante colaborar en el impulso a grupos de minorías a partir de su sobre-representación, de modo de instalar diversidad donde no la había, consolidando a las pequeñas comunidades locales.

También es necesario abordar aquellos problemas de desintegración social y de violencia de muchos barrios populares de la ciudad. Por otro lado, en el menú de políticas a aplicar, debieran promoverse mecanismos de transferencia del potencial constructivo de áreas a preservar hacia otras estratégicas a desarrollar, de modo de evitar alzas especulativas de los precios del suelo. Buenos Aires debe asumir sus problemas crecientes de segregación residencial. Solo así podrá comenzar luego a aplicar programas de actuación en favor de una movilidad social ascendente que reoriente a las dinámicas urbanas y que promueva un mayor acceso a la ciudad, con una mayor interacción física entre grupos que comparten el territorio.

Fomentar la reintegración social y urbana es fundamental para el abordaje de la segregación en la ciudad. Sin embargo, en todos estos procesos hay un papel de liderazgo político en favor del derecho a la ciudad que el Estado indelegablemente debe asumir. De no ser así, deberemos resignarnos a vivir en una ciudad cada vez más fragmentada, más injusta, más violenta.

 

© Guillermo Tella

En: Tella, Guillermo. (2012), “Buenos Aires: Ciudad segregada”.
Buenos Aires: ARQ Diario de Arquitectura, p.
24, diciembre 04.

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