Skip to main content
Guillermo Tella

Artículos

De la ciudad sólida
a la ciudad líquida

Introducción: Marcel Proust (1913), ensayista y crítico francés, retrata la vida de la clase alta parisina a comienzos del siglo XX, sus vivencias, sus inconsistencias, el ascenso social de ciertos grupos y la declinación de otros.
.

Foto: pixabay

En ese relato, expresa que el verdadero desafío no consiste en buscar nuevos caminos sino en tener nuevos ojos para observar lo recorrido. Y tal afirmación se ofrece como marco para iniciar un recorrido por los aportes generados desde distintas perspectivas sobre los orígenes interdisciplinarios del campo del urbanismo.

Como señala Edward Soja (1996), la “espacialidad” (el espacio socialmente producido) es el resultado de un proceso dialéctico: la sociedad recrea su espacio sobre la base de un espacio concreto, ya establecido en el tiempo. De esta manera, “espacialidad y temporalidad, geografía e historia humanas se entrecruzan en un complejo proceso social que crea una secuencia histórica de espacialidades en constante evolución”.

 

Aportes desde las ciencias sociales: la cultura urbana y la ecología humana

A. AugusteComte y la sociología vista como perspectiva de la “física social”: Los trabajos originados en las incipientes “ciencias sociales” (particularmente, la sociología y la geografía), van a realizar aportes de importancia en la conceptualización de lo urbano y tendrán peso en los estudios urbanos posteriores. Auguste Comte (1830) aporta a la sociología la “física social”: señala que la evolución de las sociedades conduce a un nuevo orden que busca una manipulación racional del medio natural: plantea la desacralización de la naturaleza y la intervención humana en el orden natural.

B. Humboldt,Ritter,Ratzel y la emergencia de una nueva geografía explicativa: Durante el siglo XIX se asiste en Europa a una sustitución de la “geografía descriptiva” (inventarial y enumerativa) por una “geografía moderna” (explicativa y sistemática) iniciada por Humboldt (1848) y continuada por Ritter (1865). Darwin (1859) genera que todo fenómeno del mundo viviente aplique a criterios de “adaptación” y de “selección natural”. El darwinismo influye en las corrientes geográficas con el “darwinismo social” de Ratzel (1882).

C. GeorgSimmel, el “modo de vida” urbano y el “evolucionismo ecológico”: La noción de cultura urbana se desarrolla con Georg Simmel (1903) donde un conjunto de rasgos esenciales definiría la organización social. Un “continuo rural-urbano” es la base del “evolucionismo ecológico” de la Escuela de Chicago.

D. Escuela de Chicago: la sociología como “ecología humana” y “áreas sociales”: Tras el corpus generado por Simmel, la Universidad de Chicago autodenomina “ecología humana” a estudios sobre la reproducción de la “sociedad urbana”. El geógrafo Brian Berry (1977) define “áreas sociales” en distintos estudios de caso, que lo conducen al desarrollo de una metodología estadística multivariante de análisis urbano que denomina “ecología factorial”. Desde la “ecología humana” se postula la evolución de la “ciudad preindustrial” hacia la “ciudad industrial” con preeminencia del centro sobre la periferia: “los estratos socioeconómicos altos tenderán a desplazarse de la residencia central a la periférica, y los estratos bajos los reemplazarán en la ocupación del área central, abandonada por las élites”.

 

Aportes desde la geografía humana: renta urbana y teoría de la localización

A. Durkheim, la “morfología social” y la ciudad como expresión del capital: Los textos sobre “morfología social” de Émile Durkheim (1893) consolidan una nueva ciencia: la sociología. Y Vidal de la Blache (1896) establece a la “geografía humana” como disciplina independiente. Tanto “morfología social” como “geografía humana” comparten principios: las nociones de vida colectiva y la existencia de un orden moral. Durkheim argumenta que la densidad del “orden moral” explica la división del trabajo en áreas urbanas. La urbanización es condición para los lazos orgánicos. Tales fenómenos sólo se manifiestan en áreas particulares -como las ciudades- debido a la mayor intensidad de la vida social. Sus aportes tienen un rol preponderante en la transición del feudalismo al capitalismo en Europa Occidental y la importancia de la ciudad moderna como expresión de la sociedad capitalista industrial.

B. Vidal de la Blache y la geografía humana en retrospectiva espacio-tiempo: La obra de Vidal de la Blache (1903) se constituye en la piedra angular de la geografía moderna de comienzos del siglo XX. Tiende un puente entre la historia y la geografía: habla de la existencia de “un tiempo geográfico, un tiempo social y un tiempo individual”.

C. Von Thünen, KarlMarx y la distribución y la localización de usos agrícolas: El estudio de la actividad productiva tiene su origen en los economistas clásicos. Ludwig Von Thünen (1826) propuso un modelo para explicar las distribuciones espaciales de distintos tipos de cultivo a distancias crecientes de un mercado. A partir de la renta diferencial, tratada por David Ricardo (1817), Von Thünen continua el planteo centrándose en la renta diferencial de situación, incorporando el costo de traslado de la producción agrícola al mercado. La “Teoría de la Localización” de Von Thünen explica la distribución de usos agrícolas, donde la renta varía con la distancia al mercado. Desde la economía política, Karl Marx (1867), recupera el concepto de renta diferencial de David Ricardo y avanza con el de renta absoluta. Distingue Renta Diferencial I (cuando se generan plusganancias extraordinarias) y Renta Diferencial II (cuando se generan a partir de inversiones adicionales de capital).

D. WalterChristaller y métodos cuantitativos de la teoría de los lugares centrales: Otro conjunto de modelos teóricos y analógicos en los estudios urbanos lo constituyen los referidos al análisis de las redes urbanas: el área de influencia de las ciudades, las distintas jerarquías urbanas y el nivel de bienes y servicios provistos por los centros. Christaller desarrolla un modelo de la configuración espacial de las redes urbanas jerárquicas a nivel regional que concluye en una enunciación referida a la demanda del lugar central. La “Teoría de los Lugares Centrales” fue desarrollada por Christaller (1933) y sostiene que: con una distribución homogénea de la población, el coste del producto se incrementará en función de la distancia y del precio del transporte. La capacidad de compra de un producto disminuirá en función de coste y distancia: existirá un límite a partir del cual ya no sea rentable adquirirlo. Plantea al centro como principio natural de ordenamiento de los asentamientos urbanos. La “Teoría Económica Espacial” de August Lösch (1938) explica el ordenamiento de los lugares centrales como concentración espacial de actividades: los lugares centrales ofrecen variada gama de servicios y permiten deducir una jerarquía de núcleos.

 

Aportes desde la dialéctica espacio-sociedad: hacia una teoría social crítica

A. Manuel Castells y hacia una revisión de problemas a investigar en sociología:  Manuel Castells (1971) en “la cuestión urbana” examina a la sociología urbana de la Escuela de Chicago: la “cultura urbana” o “modo de vida” no serían -como ellos sostenían- una variable explicativa sino la traducción cultural de la industrialización capitalista. La cultura urbana sería la cristalización de las formas sociales que caracterizan al capitalismo. Y define a la ciudad como la unidad espacial indispensable para la reproducción de la fuerza de trabajo.

B. Los enfoques críticos y reafirmación del espacio en la “teoría social crítica”: A partir de los años 70, un conjunto de autores se rebela contra este reduccionismo antiespacialista, postulando «la reafirmación del espacio en la teoría social crítica». La incorporación de categorías marxistas de análisis a los estudios urbanos en los años 70 avanza sobre el proceso de acumulación del capital como forma de explicación del proceso de reproducción del espacio. Estas miradas orientan el debate hacia los estudios de la localización de actividades, la renta del suelo, el capital inmobiliario y las políticas del Estado que facilitaron procesos de acumulación.

C. Milton Santos, el “antiespacialismo” y la crítica a las “sociedades a-espaciales”: Para José Luis Coraggio (1987) el espacio no es constitutivo del orden social. Critica al análisis urbano «clásico» por estar dominado por una concepción «espacialista»: un verdadero vicio espacialista evidenciado en las falencias de la planificación. En la década del 70 existen en la geografía «crítica» posiciones que reconocen al espacio una posición más central en la teoría y en el método: Milton Santos (2000) hace hincapié en que “la historia no ha sido escrita fuera del espacio». Plantea nuevas tensiones en la dialéctica entre espacio y sociedad. Niega la existencia de «sociedades a-espaciales» y afirma que «el espacio en sí mismo es social: no es posible pensar lo social sin incluir al mismo tiempo lo espacial”.

D. Henri Lefèbvre, la dialéctica espacio-sociedad y el derecho a la ciudad: Para Henri Lefèbvre (1968), el espacio es medio de producción y fuerza social de producción donde, además de la producción, el consumo y el intercambio, el espacio constituiría un cuarto dominio de las relaciones sociales: por medio del espacio la sociedad se reproduce. Las relaciones socioespaciales integran el modo de producción de manera dialéctica, resistiéndose a ser reducido a clase o territorio: “El espacio se ha convertido para el Estado en un instrumento político de importancia”. “El Estado usa el espacio para asegurar su control de los lugares, su estricta jerarquía y la segregación de partes. Se requiere entonces de una transformación revolucionaria para la reapropiación del espacio: el derecho al espacio para todos.

 

Aportes desde el paisaje urbano: la ciudad como construcción perceptual

Las relaciones entre procesos sociales y estructuras espaciales cambian la perspectiva y postulan la existencia de principios de interacción espacial que pueden ser aislados de su contexto social: surge “la ciencia de lo espacial”.

A. KevinLynch, la imagen de la ciudad, la dimensión simbólica y el enfoque perceptual: Kevin Lynch (1959) hace hincapié en que la imagen de la ciudad está organizada en base a determinados elementos -sendas, bordes, distritos, nodos e hitos- que combinados entre sí proporcionan su legibilidad, como marco de referencia para organizar actividades.

B. JoséEstevanez, el espacio vivido y las experiencias colectivas planteadas: José Estevanez (1982) señala: «La ciudad es un espacio vivido que se basa en un conjunto de impresiones y de experiencias personales y colectivas“: los grupos elaboran mapas mentales que les sirven para tomar decisiones acerca de la localización de sus actividades.

C. GordonCullen y el paisaje urbano como problema estético de análisis perceptual: Gordon Cullen (1971) elabora un tratado de estética urbanística, base del análisis perceptual de la ciudad. El paisaje urbano se construye desde el sentido común, mediante la vivencia cotidiana, y desde los valores subjetivos, donde sus habitantes viven su mundo creado. La ciudad es una sucesión de imágenes entre la visión existente y la emergente, que produce impactos en nuestras emociones. La percepción del paisaje urbano es reconocible por medio de la observación como una sucesión de escenas urbanas. Esta visión será clave para el diseño de los paisajes urbanos.

D. AldoRossi y la percepción de la arquitectura desde el sentido de lugar: Aldo Rossi (1966) se refiere al sentido de lugar. Y centra el locus como “hecho singular determinado por el espacio y el tiempo, por su dimensión topográfica, su forma, su memoria”, y está definido por dos factores: espacio y tiempo. Plantea los tres elementos que componen la ciudad: la trama, el tejido y los monumentos (referido a edificios que por su singularidad se transforman en soportes de la memoria colectiva), enfocándose en la tradición del lugar –Genius Locci– para generar una noción de espacio con valores culturales determinados en el tiempo.

 

Aportes desde la construcción social: la ciudad como espacio de disputas

A. DavidHarvey, la ciudad, la justicia social y el proceso de acumulación diferencial: David Harvey (1992) coloca al proceso de circulación del capital como factor principal en la explicación de la reproducción de la fuerza de trabajo, la urbanización del capital y la estructuración del espacio construido. La forma urbana puede ser explicada por: el proceso de acumulación del capital y la lucha de clases. Para estudiar los procesos de desarrollo urbano recurre a conceptos tales como: plusvalía, sobreproducción, tasas de beneficio y crisis de acumulación. Define a la ciudad como nodo de intersección en la economía del espacio: el espacio surge de la movilización geográfica de plusvalías. Individualiza tres formas de plusvalía en el espacio: la renta, el interés y el beneficio.

B. HoracioCapel y hacia una declaración sobre el futuro de nuestras ciudades: A fines de 2004 se llevó a cabo un coloquio internacional donde Horacio Capel presentó lo que se dio en llamar “Declaración de Guadalajara sobre el futuro de la ciudad”. Los problemas del futuro de las ciudades son los problemas del futuro de la humanidad. Nuevamente, espacio y sociedad aparecen en fuerte tensión y el urbanismo, como campo de articulación de esas múltiples dimensiones. “El urbanismo se ha impuesto hasta ahora de arriba hacia abajo. La participación debe convertirse en el instrumento básico que garantice el debate público y el control de las decisiones que se toman” (Tella, 2007).

C. EdwardSoja y una trialéctica entre espacio, tiempo y sociedad: Edward Soja (1996) indaga sobre las procesos sociales y formas espaciales y, a su vez, entre formas sociales y procesos espaciales. Sostiene que las post-metrópolis permiten resaltar las diferencias entre regiones urbanas contemporáneas y aquellas que se consolidaron a mediados de siglo. No se trata del desvanecimiento de la antigua estructura sino su convivencia con nuevas formas de urbanización. La geografía industrial de la metrópolis fordista entró en un fuerte proceso de retracción ante el avance de una economía de servicios, con densificación de flujos de información y modos de producción más flexibles.

D. PierreBourdieu y el espacio social como campo de disputa entre fuerzas relativas: Pierre Bourdieu (1989) examina las relaciones establecidas entre lo económico y lo simbólico en la diferenciación social. Su idea de reproducción aparece asociada a la estructura conformada para sostener las diferencias de poder. El tránsito por la ciudad establece recorridos por diferentes campos simbólicos. En esos campos es donde se articula una trama de relaciones de poder donde los actores son definidos por sus posiciones relativas en el espacio social. La posición ocupada en el espacio social estará determinada entonces por la posición en los diferentes campos: económico, cultural, social y simbólico.

La estructuración de prácticas y de representaciones es traducida en habitus, en un sistema socialmente constituido. Las acciones y prácticas que los actores sociales realizan en ese marco van construyendo la sociedad, la economía y el espacio urbano, que se institucionalizan y constituyen la base de la espacialización del territorio. El espacio social bourdieano es definido como campo de disputa de fuerzas donde los grupos sociales pugnan por sus posiciones relativas, según el volumen y la estructura del capital que posean. Las bases epistemológicas de esta urbanística política forman parte de un marco sociocultural asociado para poder operar en la ciudad.

La ciudad, considerada como un producto social, económico y cultural, constituye un espacio de producción de sentido. En términos más coloquiales, se suele enunciar esta idea mediante la expresión la ciudad nos habla. Los individuos circulan por el espacio urbano produciendo e interpretando constantemente toda clase de signos. No solo producen/interpretan signos convencionales como las señales de tránsito, la diversidad de enunciados lingüísticos expresados en carteles, marquesinas y graffitis, o incluso la variedad de elementos simbólicos como la arquitectura y los monumentos, sino también la multiplicidad de objetos que los rodean.

En la medida en que reconocemos a la ciudad como un dispositivo sociocultural, hay una producción de sentido asociada a la construcción del espacio urbano y a las relaciones sociales y culturales que allí se establecen. De modo que el orden socioespacial proyecta una capa simbólica que es producida e interpretada por los diferentes actores sociales. La lectura de esta producción discursiva implica tener en cuenta que los actores sociales cuando actúan sobre el territorio actúan también sobre el plano simbólico. Las orientaciones hacia el plano simbólico de los actores sociales modifican también las condiciones materiales.

 

Aportes desde el urbanismo: hacia una compleja consolidación disciplinar

A. El diseño de la ciudad y los orígenes del urbanismo “moderno” del siglo XIX: Los estudios urbanos originados en el urbanismo propiamente dicho son herederos de una muy vieja tradición teórica y práctica dirigida al diseño de la ciudad y, en términos generales, a la acción sobre ella. Leonardo Benévolo (1963) señala que, en sus orígenes, el urbanismo moderno del siglo XIX aborda la percepción de las agudas tensiones que se generan en las metrópolis industriales con nuevas estructuras espaciales y nuevas relaciones sociales.

Los orígenes de este campo se ligan a propuestas desde distintos campos (reformadores sociales y urbanos y utopistas creadores de «ciudades ideales») se producen en la segunda mitad del siglo XIX la ciudad de la Revolución Industrial. El urbanismo moderno no nace al mismo tiempo que los procesos que hacen surgir la ciudad industrial sino luego, cuando los efectos de las transformaciones se han hecho evidentes y requieren de la intervención reparadora del Estado. Por ejemplo: los utopistas (Owen, Fourier, Godin); los promotores de la legislación urbanística en Inglaterra y Francia (Chadwick, Melun); los inspiradores de operaciones municipales de renovación urbana (Haussmann en París, Cerdá en Barcelona), entre otros.

B. La Carta de Atenas y las doctrinas del urbanismo moderno internacional: Las doctrinas urbanísticas conocidas como «urbanismo moderno internacional» o “racionalismo” fueron difundidas por los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna (CIAM) entre 1928-1956. Los CIAM constituyeron un movimiento europeo animado por Le Corbusier que culmina -a nivel teórico- en 1933 con la enunciación codificada de sus principios rectores en la llamada Carta de Atenas. Solo después de la Segunda Guerra Mundial estas enunciaciones teóricas se intentan poner en práctica, adoptando por lo menos tres formas muy diferenciadas: 1) el intento de construir ciudades nuevas que plasmaran principios fundamentales de la teoría (Brasilia, Chandighar); 2) las acciones localizadas de remodelación (sobre todo en los centros urbanos y los grandes conjuntos residenciales); y 3) la acción lenta sobre la transformación gradual del tejido urbano por medio de «Planes Reguladores» y «Códigos». Los CIAM enuncian un modelo basado en la categorización de funciones urbanas: habitar, trabajar, recrearse y circular; la separación de cada una de ellas en su dominio territorial (zoning). Existen “Planes Directores” para París (1936), San Pablo (1929), Río (1936), Buenos Aires (1938), Argel (1930, 1942), Barcelona (1932), Estocolmo (1933), entre muchos otros.

C. El urbanismo como disciplina programática durante la década del 60: Durante la década del 60 se produce un cambio significativo de orientación en la concepción de los instrumentos de planificación metropolitana. Este nuevo tipo de instrumentos adoptan la denominación de estrategias o esquemas en lugar de planes. Por ejemplo, en Gran Bretaña, la Estrategia del Sudeste (1967) y, en Francia, el Esquema Director de París (1965). Francia exhibe realizaciones de importancia: las Villes Nouvelles y el Reseau Express Régional (RER).

Son intentos de influir con grandes inversiones en la macroestructura en transporte (mediante ejes preferenciales de desarrollo que articulen a las “ciudades nuevas”: las Villes Nouvelles francesas o las New Towns inglesas) como factores inductores del desarrollo urbano. Con el gaullismo, el gobierno central toma el control de la planificación urbana (hasta entonces en manos de las autoridades locales), para impulsar la realización de vastas operaciones de planeamiento metropolitano. Para Christian Topalov (2006), en nombre de una ciencia del ordenamiento, entran en disputa por el control del proceso: políticos locales, burguesía local y dirigentes del movimiento obrero.

D. El planeamiento estratégico en el marco de la “ciudades globales”: Durante la década del 80 se instala un abordaje de la ciudad a escala metropolitana a partir del rol que asumen las grandes ciudades en los nuevos espacios económicos regionales. Para Saskia Sassen (1991), la definición de roles específicos es consecuencia de una economía mundial dominada por las ciudades globales y estructurada por redes urbanas localizadas en espacios económicos en competencia. Desde esta perspectiva, la ciudad ofrece como resultado áreas estratégicas reestructuradas y extensos territorios excluidos de vacancia y marginalidad. El sistema global económico, más que un sistema de mercado, se presenta como un sistema estratégico de poder en el que la producción y la distribución de la información se constituye en instrumento esencial.

John Friedmann (“The World City Hypothesis”, 1986) logró introducir en la discusión tres cuestiones principales: 1) que el concepto de “ciudad global” en el campo de la investigación urbana es capaz de espacializar el problema de la globalización de la economía; 2) que el centro de poder de las grandes empresas se desplace hacia la diversidad de actividades y de modos de organización: deslocalizacíón; y 3) que los procesos de internacionalización de la economía aparezcan atados a lugares concretos, con actividades e intereses diversos.

Retorno al interés por lo local en contraposición al avance de lo global: Jordi Borja (1997) destaca la emergencia de lo local en contraposición al interés por lo global: la descentralización actual incrementaría el peso de los gobiernos locales para atraer capitales. Es un proceso de “bifurcación”: por una parte, la descentralización intenta acercar la toma de decisiones al ciudadano; por otra, se afianza la concreción de vínculos de todo tipo a nivel supranacional. Los patrones de asentamiento tienden hacia una descentralización multinuclear. Desde una perspectiva simbólica, refuerza la imagen de la “ciudad global” de espacios económicos centrales.

 

Desafíos que hoy vuelven a interpelar al campo disciplinar del urbanismo

Una ciudad que aspire a insertarse en una economía global tendrá que posicionarse en contextos internacionales a través de respuestas competitivas. Deberá preservar su historia y, también, deberá modernizarse manteniendo elementos diferenciales, es decir, ser complementaria y adquirir capacidad de intercambio (Tella et.al., 2023). El planeamiento se presenta como espacio de concertación apropiado para grandes proyectos, permite plantear la racionalidad de las operaciones y generar una nueva relación de fuerzas. Los principales condicionantes a ponderarse son: el posicionamiento ante el sistema de infraestructuras; el desarrollo de una capacidad de atracción de inversiones; imagen y oferta cultural sólida y un ambiente urbano favorable.

En consecuencia, si bien las ciudades se fueron construyendo desde hace diez mil años. El urbanismo como disciplina se comenzó a desarrollar hace solo dos siglos, a partir del aporte recogido desde perspectivas, conformando una epistemología del estudio de las ciudades. Tras este enfoque, emergen importantes desafíos a afrontar en las próximas décadas. En el campo de la economía se debaten criterios sobre la participación en plusvalías urbanas e instrumentos para equi-distribuir cargas. Desde la sociología se enfatiza la importancia de la vida en las calles para construir “ciudades para la gente” y espacios para la ciudadanía. La ecología propone tender hacia un “urbanismo ecosistémico” que garantice complejidad y mixicidad. Desde el paisaje emerge una valoración del paisaje en términos de recuperación y de motor del desarrollo local.

Asimismo, se debaten criterios ante un desarrollo desigual, que crea privilegios de clase y que despoja población originaria y los efectos del mercado del suelo en la estructura “com-fusa” (compacta-difusa) latinoamericana. En la arquitectura se definen criterios para resignificar los “terrain vague”, espacios en situación de vacancia u obsolescencia. Desde la política, uno de los planteos que surge es cómo reconvertir el creciente deterioro de los centros históricos de las ciudades latinoamericanas. Con mirada en la interacción entre géneros, se proponen lineamientos para reivindicar roles que en la vida cotidiana desempeñan los distintos colectivos sociales de manera interseccional.

Para Bauman (2003), el mundo actual se caracteriza por su estado fluido y volátil. Es lo que denomina “sociedad líquida”, signada por la fragmentación de la identidad, la inestabilidad laboral, la sobredosis de información, la economía de exceso y desechos, las relaciones interpersonales fugaces. A diferencia de la modernidad sólida, su predecesora, ésta genera expectativas diversas, ocupaciones no habituales del territorio y una yuxtaposición entre lo formal y lo informal. Pone en crisis al racionalismo (“la verdad no es universal”), valoriza la forma sobre el contenido y apela a un presente sin pasado ni futuro (“el presente es lo único que importa”). Se trata de tiempos de la no-linealidad, de la inestabilidad, de fluctuaciones, como nuevas manifestaciones del territorio, con estructuras en desequilibrio que prometen un cambio radical de la vida en sociedad. En tiempos de la hiper-modernidad, enraizada en un modelo cultural post-moderno y en un modelo económico post-fordista, nuevos desafíos interpelan a nuestras ciudades.

 

Referencias bibliográficas

Bauman, Zygmunt (2003), Modernidad líquida. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.

Benévolo, Leonardo (1963), Historia de la arquitectura moderna. Barcelona: Gustavo Gili.

Berry, Brian (1977), Contemporary Urban Ecology. New York: MacMillan.

Borja, Jordi (1997), La ciudad conquistada. Madrid: Alianza Editorial.

Bourdieu, Pierre (1989), El espacio social y la génesis de las «clases». Universidad de Colima (México): Estudios sobre las Culturas Contemporáneas, vol. III, 7, pp. 27-55.

Castells, Manuel (1971), La cuestión urbana. Madrid: Siglo XXI Editores.

Christaller, Walter (1933), Los lugares centrales en Alemania meridional. Jena: Gustav Fischer.

Comte, Auguste (1830), Cours de philosophie positive [Curso de filosofía positiva]. Jena: Gustav Fischer

Coraggio, José Luis (1987), Territorios en transición: crítica a la planificación regional en América Latina. Toluca (México): Universidad Autónoma del Estado de México.

Cullen, Gordon (1971), El Paisaje Urbano: tratado de estética urbanística. Barcelona: Editorial Blume.

Darwin, Charles (1859), El origen de las especies. Buenos Aires: Espasa Calpe (1921).

Durkheim, Émile (1893), De la Division du Travail Social. Paris: Alcan.

Estébanez Álvarez, José (1982), La geografía humanística. Anales de geografía de la Universidad Complutense, 2, pp. 11-31.

Friedmann, John (1986), The World City Hypothesis, Development and Change. International Journal of Urban and Regional Research, 17, 69-83.

Harvey, David (1992), Urbanismo y desigualdad social. Madrid: Siglo XXI Editores.

Humboldt, Alexander von (1848), Cosmos. Cambridge University Press.

Lefebvre, Henri (1968), Le Droit à la ville [El derecho a la ciudad]. París: Anthropos.

Lösch, August (1938), Teoría Económica Espacial [Die Räumliche Ordnung der Wiertschaft], Yale University Press, New Hav.

Lynch, Kevin (1959), La imagen de la ciudad. Buenos Aires: Editorial Infinito.

Marx, Karl (1867), El capital (Volumen III): Crítica de la economía política. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica (1959).

Proust, Marcel (1913), À la recherche du temps perdu [En busca del tiempo perdido]. París: Éditions Grasset.

Ricardo, David (1817), On the Principles of Political Economy and Taxation [Principios de economía política y tributación]. Cambridge University Press.

Rossi, Aldo (1966), La arquitectura de la ciudad. Barcelona: Gustavo Gili.

Santos, Milton (2000), La naturaleza del espacio: técnica y tiempo: razón y emoción. Barcelona: Ediciones Ariel.

Sassen, Saskia (1991), The Global City. New York, London, Tokyo. Princeton-New Jersey: Princeton University Press.

Simmel, Georg (1903), Die Grosstädte und das Geistleben. En: Jahrbuch der Gehe-Stiftung zu. Dresden, Band IX (“The metropolis and mental life” (1950).

Soja, Edward (1996), Thirdspace. Wiley-Blackwell: Journeys to Los Angeles and Other Real-and-Imagined Places.

Tella, Guillermo y Fernández, Analía (2023), Paisajes de borde: Repensando el territorio como construcción simbólica de lugar. Buenos Aires: Ediciones Azzurras.

Tella, Guillermo. (2007), Un crack en la ciudad: Rupturas y continuidades en la trama urbana de Buenos Aires. Buenos Aires: Ediciones Nobuko.

Topalov, Christian (2006), La urbanización capitalista: algunos elementos para su análisis. Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.

Vidal de la Blache, Paul (1896), Principes de géographie humaine, París: Alcan.

Von Thünen, Ludwig (1826), Der isolierte Staat in Beziehung auf Landwirtschaft und Nationalökonomie. Rostock, Leopold.

En: Tella, Guillermo (2025), “De la ciudad sólida a la ciudad líquida: orígenes interdisciplinarios de los estudios urbanos” <From the solid city to the liquid city: interdisciplinary origins of urban studies>. Buenos Aires: Revista Huellas, Vol. 1, Nro. 1, pp. 82-95. ISSN 3072-8711. https://revistahuellas.uflo.edu.ar/index.php/huellas/article/view/10/6https://arquitecturayconstrucciondigital.com/454/#p=62